Por Nebbia

De la juguetería al piringundín

Cronicas

Recuerdos de un show lejano, entre esperas, nervios y hambre.

Los Músicos tienen tanto hambre como los presos.

La tensión que provocan los preparativos para realizar una actuación, la tocada en sí misma, y también algún que otro manojo de nervios, mezcla de inseguridad y responsabilidad, son algunas de las razones.

Sin embargo es una profesión, la nuestra, que cuando se trata de “aguantar”, soportar adversidades, “bancársela” como se dice habitualmente, no te defrauda.

No existe músico que no tenga para narrarte una anécdota de alguna actuación, donde lo han estafado y ha tenido que retornar a su casa sin un peso.

Hay tantas maneras de trampear a un músico, que no existe receta que ayude a protegerlo.

Siempre aparecerá alguna instancia innovadora.

Alguna “turrada” de oportunismo a lo que el Músico podrá ser vulnerable.

Quien haya pensado que esto se soluciona firmando un estricto contrato con todas las observaciones de seguridad detalladas, no ha descubierto nada aún.

Ya existe quien inventó lo que llaman el “doble contrato”.

Aquel que para asegurarse pida con mucha anterioridad un anticipo de su cachet, si es que lo logra, esto no será garantía que pueda cobrar la totalidad del monto pactado.

Muchos han probado con el sistema de un porcentaje de la taquilla. No olvidarse de llevar el “cuenta ganados” por favor. (Risas).

El Músico (algunos) sueña, ilusiona su entorno.

Piensa que toda la gente disfrutará con sus melodías, letras, armonías…

Que su empeño ayudará al desarrollo y la protección de nuestra cultura.

En realidad nada de eso pasará.

Sí es verdad que la Música acompaña a las almas solitarias en cualquier época de vicisitudes sentimentales.

También, que te hará más noble.

Que te brinda la posibilidad de refinar tu sensibilidad.

Que puede proteger tu alma, finalmente.

Todo esto, sí.

¿Pero de ahí a lograr que sea verdaderamente un elemento de protección de nuestra cultura?

No estemos tan seguros.

Mucha gente, por una cuestión de gusto simplemente, por ignorancia a veces, mal gusto otras, influencia de la publicidad, snobismo, y digámoslo al fin, por pura burrada (más risas), muchas veces disfruta de algunas cosas musicales que realmente son tremendas.

No alcanza con decir, “sobre gustos no hay nada escrito”.

Después de todo tampoco está escrito que alguien por escuchar determinada monstruosidad es un “burro” (de nuevo risas.) Un verdadero soñador no para jamás.

Imposible detener la marcha de la ilusión. Este soñador puede ser un original músico o un sensible espectador. No importa en realidad el rol que cumpla.

El que sueña, sencillamente sueña.

Y la Música tiene esa mágica fuerza, que te atonta en una situación impredecible, te fortifica ante la pena, te acompaña en la melancolía. Lo que sí sucederá a través del tiempo, es que la Música Popular de cualquier lugar, se terminará legitimando con el aporte del Arte más auténtico.

Porque así ha sucedido históricamente a través de los tiempos por todo el Planeta.

La columna vertebral de muchos países mantiene su prestigio, con el aporte de grandes Compositores o Instrumentistas, que justamente no son los más taquilleros ni los que llenan estadios.

El que sueña, sencillamente sueña.

Son sencillamente una Voz entre tantas otras.

Con sus matices, tonos, colores.

Todo eso que finalmente es lo que de alguna manera caracteriza a una Sociedad. Lo que certifica y da estilo a una idiosincrasia. A esta altura del escrito no creo que aparezca nadie haciendo ese planteo de ¿“quién determina que es bueno o malo en nuestra Música Popular ?”.

Eso creo que pasa siempre en la televisión.

Comenzó a llover y la música instrumental suena mucho más agradable aún.

¿Será una balada de Coltrane de aquellas a mediados del ´60 ? O tal vez ese piano tan dinámico y sentido pueda ser Oscar Peterson.

No importa quién sea. Sólo basta escuchar directo a la emoción. Sigue lloviendo y es bueno oír al “Polaco” Goyeneche o Joao Gilberto tal vez. Los dos te llegan al corazón sin artificios.

Generalmente cuando el Músico hace la prueba de sonido, es la hora de la cena.

Vida de artista

Y cuando termina su concierto, en la mayoría de los lugares ya han cerrado la cocina.

Por eso siempre termina uno comiendo cualquier tipo de embutidos y harinas varias (salvo muy pocas excepciones). Hambre de ansiedad antes de tocar, y después de tocar hambre otra vez.

Así es el ritmo del soñador músico cuando sale de gira: “correr correr correr para esperar esperar esperar” . Esto del hambre me hace acordar a mi adolescencia, cuando nos contrató alguien que tenía un cabaret en Uruguayana. Resulta que también era dueño de la juguetería más grande que había por ahí. Nosotros, de aburridos nomás, esperando que llegara la hora de tocar, a veces nos quedábamos boludeando en la juguetería. Se nos pasaba la hora, y de pronto, ya teníamos que estar tocando porque entraba el público al cabaret.

Entrábamos apurados al “piringundín”.

Prendíamos los equipos... Arrancábamos con el primer tema… No podíamos evitar, la sensación de “Hambre”, volvía a aparecer. Terminábamos de tocar y ya todo estaba cerrado.

Regresábamos al hotel a descansar.

Y al día siguiente otra vez…

“Correr correr correr para esperar esperar esperar...”.  


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