Por Olguín

La leyenda gitana del jazz

Cronicas

Django Reinhardt, el hombre que no sabía leer ni escribir. Pero tenía un don.

A pocos kilómetros de París hay un pueblito llamado Samois. En ese lugar de la campiña francesa, al borde del Sena, se lleva a cabo todos los años el Festival Django Reinhardt de Jazz.

Cada nuevo festival es un homenaje al guitarrista de jazz que construyó su leyenda en base a talento creador y a una tragedia que lo iba a dejar casi sin dedos.

Cada año también, la Academia Francesa de Jazz otorga el Premio Django Reinhard al músico francés de ese periodo.

Una vieja costumbre francesa es la de apropiarse de artistas de otros países que terminan convirtiéndose en piezas fundamentales de su cultura.

Ocurrió con el español Pablo Picasso, con la indochina Marguerite Duras, con el uruguayo Conde de Lautréamont y también con el belga Django Reinhardt. Reinhardt nació en realidad circunstancialmente en Bélgica.

El pertenecía a otra nación que no tiene Estado ni organización política: Reinhardt era "manouche", es decir, un gitano francófono, una comunidad que tanto se asentaba en Bélgica, como en Francia o en el Norte de Africa.  

Tiempo de gitanos

Django Reinhardt nació el 23 de enero de 1910 en Liverchies, un poblado donde se asentaban varios clanes manouches.

A diferencia de muchos otros gitanos Django -que se llamaba Jean-Baptiste- fue anotado en el registro civil, por lo que se pueden conocer sus datos de nacimiento.

La vida nómade del clan llevó al carromato de los Reinhardt por gran parte de Bélgica, Francia, Italia y el Norte de Africa.

Recién cuando Django tenía diez años se asentó el clan, de manera casi permanente, en Choisy, la zona portuaria de París.

El padre de Django era una especie de luthier en una comunidad donde casi todos se dedicaban a la música. También era buen instrumentista de cuerdas y le enseñó los rudimentos de la guitarra, el violín y el banjo a su hijo Django.

El pertenecía a otra nación que no tiene Estado ni organización política: Reinhardt era "manouche", es decir, un gitano francófono, una comunidad que tanto se asentaba en Bélgica, como en Francia o en el Norte de Africa.  

A los ocho años ya tocaba acompañando a su padre, y al poco tiempo comenzó a ganarse la vida en oscuros tugurios de Montmartre como guitarrista de cantantes mediocres.

Django no sabía ni leer ni escribir ni, mucho menos, leer música. No comprendía ningún concepto musical tales como tonalidad o melodía, pero le bastaba simplemente tomar la guitarra o el banjo -sin necesitar de ningún tipo de intelectualidad- para sacar los sonidos más armoniosos de su instrumento.

A los 18 años, Django ya estaba casado y su mujer esperaba un hijo. En la víspera del 2 noviembre de 1928, el Día de los Todos los Difuntos, su mujer había llenado el carromato con flores de plástico que pensaba vender ese día en el cementerio.

A la madrugada, Django creyó escuchar una rata. Encendió una lámpara a petróleo que cayó sobre las flores e hicieron inmediatamente combustión. Todo el carromato estaba en llamas.

Django sólo atinó a salvar a su mujer y a su futuro hijo a costa de quemarse él. Fue llevado al hospital de urgencia y se quedó casi dos meses internado.

Las consecuencias no podían ser peores: tenía una pierna totalmente quemada y dos dedos de la mano izquierda inutilizados. Descartado el pulgar, sólo le quedaban dos dedos para apoyar sobre la guitarra.

Para cualquiera hubiera sido el final de la carrera musical. En cambio, para Reinhardt recién era el comienzo.  

All that jazz La testarudez gitana se hizo carne en Django. No estaba resignado a abandonar su guitarra y comenzó a adaptar instrumento y composiciones a sus posibilidades.

Tal vez habría seguido siendo un instrumentista de música gitana o de baladas portuarias si no fuera porque en 1930 escuchó por primera vez el "Dallas Blues" de Louis Armstrong.

A partir de ese momento, Django Reinhardt viviría para el jazz Por entonces, el jazz no estaba muy difundido por Europa.

Apenas llegaban los acordes de Armstrong y Duke Ellington pero las primeras bandas importantes recién se formarían en los años '30 y sería fundamental el papel de Reinhardt en un intercambio de influencias con los músicos de Nueva Orleans que iría y vendría cruzando el Atlántico.

En 1934, Django Reinhardt se unió a otro gran músico, el violinista Stéphane Grappelli. Juntos fundaron el Quinteto del Hot Club de Francia, la más importante institución francesa dedicada al jazz.

Los sótanos de Saint-Germain-des-Près comenzaron a vibrar al ritmo del jazz de Reinhardt que pronto se encontraría influido por el be-bop y que con su estilo y su capacidad de improvisación se anticiparía al free jazz.

La fama de Reinhardt llegó a Estados Unidos y los músicos norteamericanos comenzaron a viajar hacia París para tocar con el Quinteto de cuerdas del músico gitano.

Entre los que acompañaron a Django se encontraban nombres de la talla de Bill Coleman, Dicky Wells, Coleman Hawkins, Benny Carter y los músicos de la orquesta del Duke: Rex Stewart, Barney Bigard y Billy Taylor.

La Ocupación alemana de París encontró al Quinteto de gira por Londres. Grappelli decidió quedarse y Reinhardt volvió a París. Era el final de una de las asociaciones musicales más fructíferas del jazz.

Años después se reencontrarían en alguna grabación y Grappelli seguiría recordándolo hasta poco antes de su muerte ocurrida en noviembre de 1997. Durante la Ocupación, París no era una fiesta, pero culturalmente la pasaban mejor que en otras zonas de Francia.

Sartre estrenaba sus obras de teatro, Camus publicaba El extranjero con el visto bueno de los alemanes y Django era aclamado como el músico más popular del jazz francés. Django se arriesgaba doblemente con los nazis: por tocar la música del "enemigo" (el jazz norteamericano estaba prohibido) y por ser gitano (250.000 gitanos fueron asesinados en los campos de concentración nazis durante la Guerra).

Terminada la guerra el jazz -que había sido la música de la resistencia- se popularizó en toda Francia dando lugar a los "zazous" (niños bien recién llegados al ritmo del be-bop) y a una cultura imbuida en el jazz que se trasladaría al cine y a la literatura francesas.

Duke Ellington no grabó como sus músicos con Reinhardt en París pero sí lo invitó a concurrir a Nueva York para una serie de conciertos.

Django decidió viajar a Estados Unidos por barco (tenía horror a los aviones) y llegó sobre la hora del primer concierto.

Fue a un bar de la zona porturaria donde se encontró con Marcel Cerdan, un boxeador francés famoso por su pegada y su relación con Edith Piaf. Se emborracharon juntos y luego decidió ir al Carnegie Hall.

El concierto estaba retrasado por su culpa y después de esperarlo lo suficiente, Ellington decidió comenzar sin él.

Mientras tanto, Django estaba en un taxi siendo paseado por un conductor que aprovechaba al "turista" mostrándole la ciudad. Llegó al concierto, pero se había dejado la guitarra en París.

Le dieron la primera que encontraron y Ellington, ya bastante enojado le dijo: "Empecemos con 'Tiger Rag'. Tocá una introducción y nosotros te seguimos. ¿En qué tono largamos?" Django no sólo no entendía de tonos ni de semitonos, sino que estaba muy borracho: "¿Tono? Ustedes larguen que yo los sigo."El concierto fue bastante desastroso.

A Django Reinhardt le gustaba tomar de más, dejar plantado a todo el mundo, jugar el día entero al billar y gastar el dinero a manos llenas.

También le gustaba experimentar con la guitarra y si bien es recordado por sus interpretaciones con guitarra acústica también utilizó ampliamente la guitarra eléctrica, como lo muestran algunas grabaciones editadas en los últimos años. A comienzos de los '50, Django pretendió alejarse del mundanal ruido de la música comercial y se retiró a Samois.

Allí pasaba gran parte del tiempo pintando, pescando con mosca y probando nuevos sonidos.

A Django Reinhardt le gustaba tomar de más, dejar plantado a todo el mundo, jugar el día entero al billar y gastar el dinero a manos llenas.

 

En abril de 1953 lo convencieron para que volviera a grabar algunos de sus viejos éxitos como "Nuages" o "Manoir de mes rêves". Un mes más tarde, el 15 de mayo de 1953, un infarto terminaba con su vida. Quedaban más de doscientos discos grabados como herencia para los amantes del buen jazz.


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