Por Larrosa

Chelo y Evelyn

Cronicas

Una historia de amor made in Constitución. Y un final sorprendente.

-Hola querida, hoy voy a llegar tarde. Tengo una reunión -dijo el hombre al contestador del celular de su esposa.

-Ya está -pensó.

Llamó un taxi y le dijo:

-A Constitución.

El auto se dirigió a la dirección indicada a una velocidad por debajo de lo normal.

–Por favor, estoy apurado -le dijo al chofer.

–No se preocupe, acá está un poco trabado, después es como autopista.

Sintió que lo invadía una ansiedad desesperada. Se iba a encontrar con Evelyn.

Sus pensamientos comenzaron a ser invadidos por la figura de Evelyn.

Ese cuerpo se instaló frente a sus ojos, sus ojos bien cerrados. Y ella se aparecía como una Valquiria.

Alta y de pelo largo y rubio.

Como una modelo, pero atlética tirando a fisicoculturista.

Sus pechos resaltaban en el generoso y mostrador escote.

Eran inmensos, como dos melones.

Sus glúteos parecían dos medias sandías dentro de la tanguita roja que se notaba a través del ajustado vestido blanco.

Sus piernas torneadas de escultural forma. Su bonita cara plastificada, estándar modelo Barby.

Eso hacía imposible calcular su edad, que estaría en una franja de entre 20 a 30 años No se acordaba cómo la había conocido, ni dónde.

Lo importante para él era que la conoció, que llegó a su vida.

Y que ese encuentro lo revivió en todo sentido, más que nada sexual. Ya que el sufría de una disfunción, no se le paraba.

Nunca fue a un médico por vergüenza, por temores del que dirán.

Y como con su esposa la relación era platónica marital, todo fue pasando.

Evelyn volvió a encender la llama con su fogosidad.

Tanto era así que, en ese momento, dentro del taxi, se le paró.

Increíble: con sólo pensarlo le ocurría hoy lo que antes no lograba intentándolo.

-¿Por acá?- preguntó el taxista.

-Sí, por acá está bien -contestó.

Pagó, se bajó y caminó hacia la avenida Garay.

Dos calles más adelante, en la esquina, la vio.

Llevaba puesto un vestido rosado, ajustado, corto.

Apenas le tapaba las nalgas, grandes como...dos medias sandías.

Apuró su paso y ella lo vio y comenzó a acercársele.

-Mi amor – exclamó.

El se le acercó y le dijo:

-Vamos ya.

La tomó de la mano y caminaron por la misma vereda hasta un telo.

Entraron y él pidió una habitación especial.

-Quinto piso- dijo el recepcionista del telo y le dio la llave.

Subieron al ascensor pero él ya no aguantaba más y la empezó a besar manoseando todo su cuerpo.

-Pará que lleguemos a la habitación, me estás estrujando toda -dijo Evelyn.

El ascensor se detuvo en el quinto piso muy suavemente y él estaba besándole los pechos a Evelyn.

Se tenía que alzar casi en puntas de pie, ella era más alta.

Y sí: Chelo, así le llamaban, era de estatura normal (un metro setenta, más o menos), no era gordo pero tenía panza, estaba medio pelado pero con restos de cabello rojizo. Ojos claros; quizás ese era su único atractivo.

Su vestimenta de marca, y de combinación tan mala, daba una imagen de vulgaridad total.

Entraron en el cuarto del telo, y él enseguida se le fue encima.

-Pará, pará, pajero- gritó Evelyn fastidiada.

Y lo empujó sobre la cama.

-Ahora vas a ver lo que es bueno- le dijo ella.

Acto seguido bajó el cierre de la bragueta del pantalón de Chelo, metió su mano y el pene totalmente erecto vio la luz de la habitación.

Ella comenzó a besarlo, a succionarlo con total maestría.

El se retorcía de goce. Como si lo estuvieran quemando se quejaba y temblaba, pidiendo por favor.

Ella dio clases de garganta profunda. Y llegaron al clímax. Estertores, sonidos guturales, gemidos invadieron la habitación.

Y Chelo llegó a las puertas del cielo.

Ella fue al baño, escupió, se enjuagó la boca y volvió frente a él. Prendió la tevé, puso una película porno y le dijo:

-Ahora me vas a hacer gozar vos.

Comenzó a sacarse al vestido dejando liberadas sus dos enormes tetas, de extraños y rosados pezones.

Se iba bajando el vestido mientras lo miraba libidinosamente pasándose la lengua sobre sus labios. La miraba extasiado, ya quería otra erección. Pero no lo lograba. Apenas se paraba un poco, volvía a caer.

Ella trabajaba con su boca, y pasaba sus pechos sobre su pene, pero nada. Entonces se sacó el vestido totalmente, quedando con una pequeña bombachita blanca.

La miró y sintió que la sangre le circulaba a alta velocidad. Ella se dio vuelta y comenzó a sacarse la tanguita dejando suelta su hermosa cola.

El se bajó los pantalones y con su miembro ya firme comenzó a penetrarla por el ano.

Comenzó a sacarse al vestido dejando liberadas sus dos enormes tetas, de extraños y rosados pezones.

Ella se quejaba de goce.

El comenzó a moverse frenéticamente jadeando y de repente paró. Se sentó en la cama y se dio vuelta. Evelyn, con el rostro desencajado, se dio vuelta también y comenzó a tomarse el pene, pero el pene de ella y se tiró sobre él. Comenzaron de nuevo los gemidos, los gritos de goce. Chelo era feliz con Evelyn.


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