Charles Bukowski decía que el alma y la psicología de una persona se conocía más en los bares, en las barras de hombres y mujeres solitarias, que en los confesionarios o en los juicios. Gastón Otero, que leyó al escritor del realismo sucio, en algo le da la razón.
Antes de ser un destacado y prestigioso abogado, que ha resuelto casos que parecían imposibles, y sin recurrir a artimañas o trucos mediáticos, sólo basándose en sus teorías y prácticas procesales, fue un barman con destreza. Herencia familiar porque su abuelo fue el mítico Manolete.
Y allí, mientras preparaba hechizos y pócimas en vasos y copas, escuchaba los dramas del hombre. Conflictos, necesidades, tristezas, vidas que podían ser aplastadas con todo su peso. Entendió que cada persona es un mundo en construcción o con peligro de derrumbe.
Esa enseñanza lo preparó para escuchar a sus clientes y tratar de brindarles la salida. Otero ha crecido como abogado. En lo teórico, en el esfuerzo y la capacidad y el trabajo, y en la sensibilidad y el coraje con el que avanza en cada causa. El Gordo Valor quiso conocerlo. Lo mismo que tres de los miembros del robo del siglo, pero él no es un sacapresos. Tiene experiencia en todo tipo de casos.
Uno de los más resonantes es el de El hombre del traje gris, Luis Mario Vitette Sellanes, la voz y la cara del robo del siglo ocurrido el 14 de enero de 2006 en el banco Río de Acassuso. Otero comenzó una epopeya para que el ex ladrón, el más emblemático de los últimos 30 años, vuelva a la Argentina pese a que sobre "Marito" peda una especie de destierro como en las tragedias griegas. Ya está en lo suyo: poner manos a las obra. Lograr el regreso de Vitette.
El operativo Vitette es su desafío. Lo está armando. Cómo cuando preparaba un trago hace años, como su abuelo Manolete. O como plantea una estrategia como si estuviera ante una partida de ajedrez jugada en su barrio o ante una jugada clave de su amado Huracán.
Para Otero nada es imposible. Ya está en lo suyo: poner manos a las obras. Cómo cuando preparaba un trago hace años. O como plantea una estrategia como si estuviera ante una partida de ajedrez jugada en su barrio o ante una jugada clave de su amado Huracán.