Por El escriba del Hampa (RP)

Bartender, Huracán y Vitette: quién es Gastón Otero, el abogado del momento

Cronicas

De perfil bajo, combina sabidutía y calle. Un hombre de ley.

Es uno de los abogados penalistas del momento.

El que planea el regreso al país del “desterrado” Luis Mario Vitette Sellanes.

El que sabe los secretos de ladrones.

Su abuelo fue pionero en otro rubro; el mítico bartender Manolete. Les sirvió tragos a presidentes, actores, actrices y cantantes famosos. Carlos Monzón, Diego Maradona, Susana Giménez, Julio Nazareno (Corte menemista), Pablo Argibay Molina, abogado -entre otros- de Alfredo Yabrán y el cuestionado juez federal, fallecido, Norberto Oyarbide.

El célebre bartender estuvo en el programa de tevé de Doña Petrona de Gandulfo. Aparece mencionado en un sketch de Alberto Olmedo y en una viñeta de Isidorito Cañones.

Otero siente que su abuelo fue su gemelo cincuenta años mayor. En los gestos, en la mirada, en el parecido físico, en su forma de ser. Su abuelo llegó de España em barco sin nada. Trabajaba en una perfumería y era capaz de detectar la diferencia de cada aroma. Ese lo aplicó en sus tragos. No dejó del todo la gastronomía. Asesora en ese mundo fascinante. Y es tan solicitado como quienes buscan contratarlo como abogado.

Se llama Gastón Otero, 45 años, es abogado penalista recibido en la UBA, especialista en Derecho Penal, que cursa una Maestría en Derecho Penal en la UBA. “Busco ser defensor de las garantías constitucionales del Derecho Penal, que nace para ponerle límites al poder punitivo del Estado. Y hay que combatir la criminología mediática”, dice.

Nieto del mítico Manolete, el bartender más importante de la historia nocturna argentina, ahora afronta un desafío que le quita el sueño: lograr el regreso al país del ladrón del siglo, Luis Mario Vitette Sellanes, El Hombre del Traje Gris. Líder, cara visible y voz cantante de la banda que el 13 de enero de 2006 se llevó más de 15 millones del banco Río de Acassuso en dos gomones a través de un túnel. Vitette es acaso uno de los ladrones más importantes de la historia delincuencial argentina.

El 31 de agosto de 2013, hace poco más de diez años, Vitette se esfumó. Llegó al aeropuerto de Montevideo y fue recibido por la prensa como si fuese una celebridad. Pagó un precio: después de leer los 35 cuerpos de la causa, encontró una figura legal de “extrañamiento” de la Ley de Migraciones, que establece la expulsión del país de los presos extranjeros que hayan cumplido la mitad de sus condenas. Es una forma de destierro. No puede volver nunca más a Buenos Aires, a su segunda patria, donde vivió momentos felices y desdichas.

En San José, a una hora de Montevideo, vive una vida feliz: casi retirado de su joyería, disfruta sus días de paz con su esposa y su pequeño hijo. Más allá de eso, le gustaría volver al menos por un par de días a la Argentina con su familia. Reencontrarse con personas queridas, recorrer las calles donde fue feliz, y volver a su país para cerrar una etapa con la Argentina. Y es ahí donde aparece Otero con una epopeya que cargó en sus hombros: lograr que el ex ladrón del siglo vuelva a Buenos Aires. 

“Es mi gran desafío”, dice el hombre al que le “picó el bichito” del Derecho mientras trabajaba en las barras de sus bares y restaurantes. Se llama Gastón Otero, 45 años, es abogado penalista recibido en la UBA, especialista en Derecho Penal, que cursa una Maestría en Derecho Penal en la UBA Operativo retorno El operativo regreso está en marcha. Más allá de que el que debe tomar la decisión de autorizar o no, es el juez de Ejecución Marcelo Peluzzi, al parecer reacio a que el famoso ex ladrón regrese por unas horas a una ciudad que amó.

“Ser nieto de Manolete es un regalo del cielo”, dice Otero sobre el legendario barman de la noche y la gastronomía porteña. Le transmitió el oficio y llegó a trabajar en bares que eran una especie de refugio de delincuentes. Algunos escruchantes, piratas del asfalto, robabancos y pungas que terminaban desahogándose con el barman que tiempo después terminaría, a algunos de ellos, por defenderlos. Años antes del robo del siglo, una noche, en uno de esos bares, vio a un escruchante y Hombre Araña del que se hablaba por lo bajo como un talento del delito. Otero pagó su mesa sin avisarle.

El hombre le agradeció sorprendido y quiso saber la razón del gesto. “Lo admiro”, le respondió Otero. “No es para tanto”, le dijo el rufián, que resultó ser Vitette. Se hicieron amigos. - ¿Sabe cuándo me hizo el clic para estudiar y dejar la coctelería y la gastronomía por los juzgados y los juicios? Una vez fui a una reunión con un importante empresario. Hice un gran negocio. Gané mucho dinero. Al terminar la reunión, el empresario me preguntó: “¿Vos qué sos?”. “¿Cómo que soy” ?, le pregunté. El hombre me mira y me dice: “Algo estudiaste. ¿Sos abogado?”. Le dije que no. Y remata: “Estudiá algo. Tenés la tranquilidad de los que saben”. Salí de ahí de ese encuentro y me di cuenta de que me faltaba algo. Y pensé en Derecho Penal por haber conocido al mundo del hampa cuando el mundo del hampa descansa, y necesita desahogarse de sus delitos. Relajarse. Y ahí me decidí por estudiar la carrera   Anécdota de infancia El niño Gastón tenía tres años y recorría las calles de San Cristóbal. Su abuela Belkis lo llevaba hacia el parque en una pequeña bicicleta con rueditas. Era una zona de trabajadores, comerciantes y algunos ladrones de la vieja escuela. En una esquina apareció uno de los hampones más respetados de ese barrio arrabalero. Como diría Jorge Luis Borges en sus charlas orales sobre los guapos porteños: esos barrios orilleros con calles de adoquines y guapos admirados. Ese barrio compadrito “donde El Espíritu Santo” sopla dondequiera, pero se queda en esos arrabales. El cruce por la bicicleta La cuestión es que ese pesado de los bajos fondos se le abalanzó a la señora y cuando miró al niño, le dijo: -Gastoncito, devolveme la bici que es mía. Dale.   El rufián no quiso asustarlo. Era su manera de jugar, su ternura bruta. El niño no podía saberlo.   Ningún niño podía interpretar ese gesto malevo y a la vez travieso. Y lloró sin consuelo. Su abuela le dijo que no pasaba nada, que era un juego. Los gestos rudos del ladrón se deshicieron en tristeza. Sabía que había lastimado -con más torpeza que intención- a ese niño que veía siempre en la zona. -No, Gastoncito. Es tuya. Es tuya...era un chiste El niño respondió, agitado por el llanto: -No es tuya, la bici es mima (en vez de mía).   El ladrón le pidió perdón a la abuela, abrazó al niño, que sonrió y siguió su paso. Era un hábil escruchante: esa especie en extinción delictiva que consiste en desvalijar casas o departamentos en ausencia de sus ocupantes.     Otero en su perfil mediático, en una de sus tantas visitas a un estudio de TV   La escena, un recuerdo que Otero guarda en los rincones de su memoria nostálgica, termina con final feliz. El niño sonríe. El ladrón le acaricia la cabeza y cada uno sigue su rumbo. Ese niño creció y se hizo hombre. Ese canalla, como se les decía a los ladrones por aquel entonces, siguió su vida criminal hasta que un día, cuando se encontró con ese niño ya convertido en adulto, le dijo: -Estoy haciendo una vida decente. -¿No roba más? -quiso saber Otero. El rufián retirado lo miró con picardía, le dio una pitada profunda a su cigarrillo Parliament, y respondió mientras el humo le cubría la cara: -Los ladrones tenemos fecha de vencimiento. Pero un ladrón nunca se retira. Un ladrón descansa. De bartender a abogado Ese hecho, ocurrido hace 42 años, marcó mucho más que un apodo que con el tiempo fue deformándose de Mima a “Mimo”. Fue el primer contacto, casi de iniciación, de Gastón Otero con los delincuentes que se cruzaba casi a diario en ese barrio y de los que aprendió muchas cosas. Hoy, “Mimo”, recuerda esa anécdota con melancolía. Como un acto que terminó por predecir su destino. Después de una carrera notable de barman, donde la noche lo llevó a conocer el mundo del hampa y hasta ser confesor con tragos que les daba a esos hombres solitarios y después o antes de un golpe necesitaban hablar, es uno de los abogados que más conoce la delincuencia.   Vitette Sellanes con su esposa e hijo en Uruguay De tanto hablar con ladrones decidió estudiar Derecho. Hasta ahora llevaba un perfil bajo. Pero ya defendido a decenas de ellos. No defiende violadores, femicidas ni maltratadores de mujeres. “Me doy cuenta cuando un acusado me miente. Y ahí empezamos mal. Necesito la verdad. No es todo vale”, dice Otero. Entre sus clientes hubo dos misteriosos ladrones de guante blanco que robaban cuadros y decían haber sustraído documentos de dos leyendas de la Argentina que trascendieron a nivel mundial. “Para un penalista ser el abogado de Mario es como jugar a la pelota con Maradona y René Houseman en el mismo equipo”, dice Otero, fanático de Huracán. Parece un hombre transportado del pasado hacia estos tiempos. Es de las tertulias en el bodegón Miramar (“vengo de mi oficina, le dice a su esposa Manuela y a sus tres hijos”), allí recibe a clientes, amigos, hasta los mozos le piden favores legales y él se muestra generoso. Es católico, devoto de San Expedito y del “Dios” de los desahuciados y personas en situación de calle. Gastón es nieto del mítico Manolete, el bartender más importante de la historia nocturna argentina “Soy amiguero, sensible y creo en eso de las tertulias nocturnas”, cuenta. A Marito, como lo llama, le tiene afecto. “Es una persona maravillosa, de bien. Detrás de esto no hay ningún negocio. Es algo sentimental. La vuelta al barrio. Como decía Troilo: ‘¿qué yo me fui de mi barrio? ¿Cuándo? Si siempre estoy llegando’. Si se logra traerlo de regreso unas horas, creo que no va a poder caminar por la calle”, dice. La amistad con Vitette En el plano legal, Otero remarca: “Mario ha sentado jurisprudencia.

Por ejemplo, con el pedido de extrañamiento para los extranjeros condenados por delito. O por el uso de armas de juguete, que no reviste el delito de robo calificado. No hay perpetuidad. Eso es anticonstitucional. He defendido delincuentes que lo admiran por su trayectoria delincuencial, pero más por su reinserción en la sociedad. Es un señor y una gran persona y tuve el privilegio de conocerlo, además tiene formación católica, se ha arrepentido de sus errores y pagó”. Está claro: Vitette no cambia nada de su destino tras el robo. Pero extraña cosas de Buenos Aires. Muchos abogados se ofrecieron para “repatriarlo”, aunque han fracasado. “En Otero, quizá sea una corazonada, veo que puede ser distinto y me gustaría volver con mi familia para que vea la ciudad donde viví tantos años, tanta vida, errada y también acertada”, dice desde Uruguay a Infobae. Otero explica: “Para su regreso pueden alegarse razones humanitarias, laborales, familiares, el arraigo. No vuelve a robar. Es un ejemplo de reinserción en la sociedad”. Vitette es una celebridad en la Argentina. Andrés Calamaro -leyenda viviente del rock y de la música popular tanto argentina como española- posó con su libro, el best-seller El ladrón del siglo, de pronta adaptación cinematográfica, el actor Mariano Martínez viajó a conocerlo y con la idea de producir una película del robo, Guillermo Francella no dudó en ponerse en el rol del uruguayo, charló con él y hasta logró que el personaje tuviera más protagonismo en la película El robo del siglo, vista por más de tres millones y medio de personas.

Además, el ex ladrón actuó en el videoclip de la canción Cassidy de la banda Hiroshima Dandys y escribió canciones para el grupo Los trovadores de Venus. Su mito llevó a que el reconocido Campi lo imitara en Peligro Sin Codificar. Incluso Mirtha Legrand habló de “Marito”, como le dicen sus ex compañeros del robo y se refirió a la posibilidad de haber sido víctima de un robo de joyas en su casa, hecho que se le suele adjudicar al “ladrón del siglo”. Vitette confía ciegamente en Otero. “Es un gran muchacho, de buenas intenciones, talentoso, sensible, he hablado mucho con él y tiene perfil bajo. Tiene corazón y un don. Lo sigo. Porque es un amigo" Vitette confía ciegamente en Otero. “Es un gran muchacho, de buenas intenciones, talentoso, sensible, he hablado mucho con él y tiene perfil bajo. Tiene corazón y un don. Lo sigo. Porque es un amigo. No abundan seres como él”, dice. -Otero, Si bien son dos ámbitos muy diferentes, cuanto elabora la defensa de un caso, ¿hay algo que su oficio de barman le ha enseñado? -Ser barman me hizo conocer historias. Tener calle. Escuchar secretos, pecados y cuestiones legales. Me crié en un barrio donde había muchos ladrones. Pero no mataban. Tengo calle y después apliqué el estudio. En mis dos pasiones, bartender y penalista, escucho al cliente. Pero en una defensa armo la teoría del caso, para cada caso es diferente. Como los tragos, que no hay dos tragos iguales. Si se plantea mal es como un trago que se hace mal. La universidad de la calle

-¿Qué le aportaron los ladrones de su barrio? -Aprendí mucho de ellos. Y no hago apología porque robar no está bien. Eso está claro. De todos modos, esa raza de ladrones murió. Se jubilaron o murieron. Hoy hay un alto grado de violencia. Y te filman todo el tiempo. La tecnología va de punta y la preparación de la Policía. Y la Justicia. El último ladrón de raza fue Marito. Con él murió toda el hampa. El suyo es un fenómeno que debería ser analizado por sociólogos. Pero no hubo, ni habrá, un ladrón que haya generado tanto en la sociedad, más allá de sus detractores porque, como él dice, no es un héroe, sino un villano. En Twitter tiene 37 mil seguidores y en Instagram 22 mil. Se define como “Bad Influencer”. Una vez fue entrevistado en un zoom por Peter Lanzani y Lorenzo Toto Ferro, ambos notables actores de El Ángel, inspirada en el asesino serial Carlos Eduardo Robledo Puch, y en esa charla logró que los dos artistas no sólo se rieran, sino que empatizaran con las ocurrencias e historias del hampón retirado. El tenista, campeón mundial de Roland Garros, Gastón Gaudio, también lo conoció por zoom. Una gloria del TC 2000 y del Turismo Carretera, Juan María Traverso, le manda mensajes por un amigo en común. Con el Negro Rubén Rada se cruzó en un escenario uruguayo y Víctor Hugo Morales lo elogió en el prólogo de su libro. Fernando Samalea, histórico baterista de Charly García y músico en los últimos recitales de Gustavo Cerati, también viajó a conocerlo. “Hay más celebridades que me vinieron a conocer, pero no puedo nombrar”, juega al misterio Vitette. El ex escruchante, ladrón de joyerías y de bancos, ahora se define como padre de familia, joyero, relojero y experto en redes sociales y escritor. Manolete, abuelo de Otero, mítico barman de la noche porteña junto a Ringo Bonavena Aunque admite que antes tenía más ego, siente que ya no necesita tanto protagonismo. Logró ser el ladrón de la Argentina más famoso de la historia. Asegura haber dado más de 150 entrevistas. Enumera a la CNN en español, a la revista Society de París, a El País de España, a la cadena rusa Sputnik, a una revista de los Estados Unidos en la que aparecemos todos, entre otros medios. “Hasta de China me llamaron”, dice. Otras anécdotas: hay fotos de admiradores que se tatuaron la cara de Vitette o una foto en la que aparece vestido con el traje gris, que nunca fue subastado, aunque recibió propuestas para que eso ocurra. Su historia también ocupó diez páginas en la revista española Fiat Lux de España, la de mayor tirada, y seis de la revista estadounidense GQ. “Quiero aclarar algo, no me quiero hacer el solidario. A los que me vienen a ver descalzos o con la ropa rota, sin un mango, no les cobro. Pero el que viene carteludo y con cadenas de oro, le cobro en dólares siempre y cuando corresponda”, dice Otero con sinceridad. Otero es un rara avis del ambiente. Tiene alma de bon vivant, le gusta beber y comer rico, aunque nunca se pasa. Lo justo y necesario. Es divertido. Fue empresario gastronómico, produjo teatro, música y siempre aconsejó a sus clientes de la noche. No es mediático. No fue sencillo que contara detalles para este perfil. Lo convenció Marito Vitette Sellanes. Podría ser el Abogado del Hampa, de La Noche, el confidente, aunque no le gustan las etiquetas. Y sólo se deja llevar por las conexiones. “Así como el barman debe guardar secreto de lo que le cuenta un cliente en confianza, lo mismo un abogado. Tengo secreto profesional de la noche y del Derecho”, dice. Pasó de barman a abogado. Dice que su esencia no cambió, aunque en vez de que los separe del cliente un escritorio con despacho y biblioteca solemnes, y ya no una barra de madera, un hombre apoyado y él preparando un trago en la coctelera. “No tomes con el corazón triste”, les decía.

Otero es de tirar frases cortas, como sus reglas de la vida. Algunas de ellas son:

-Lo que no cura el whisky, no tiene cura.

-Los contratos se hacen de noche y se firman de día.

-Yo no duerno cuando cierro los ojos miro para adentro

-Muchos creen tener de noche, pero en realidad se les hizo tarde.

-La única plata que tenés es la que te gastaste.

-Entrar es muy fácil salir es muy difícil.

-La reinserción social muchas veces en la cárcel es como aprender a nadar sin agua, sin pileta y sin nadie que te enseñe.

-La libertad no tiene precio.

-Hay giles de lechería: los arrastraviejitas, los sin código.

-Las mejores fiestas son las que no se entera nadie.

-Hay ladrones que tienen cara de preventiva.

-A un preso le decían pan de lunes: vivía duro.

-A otro Pan de leche: por la cara de bueno.

-Un ladrón de camisa y corbata no tiene cara. Pero si tiene cara de pan de leche, mejor.

-Cinco minutos antes de morirnos todos creemos en Dios.

-No creo en la gente que no toma alcohol.

-Duermo cuatro horas por día, como decía Neustadt.

-Nacemos con un libreto bajo brazo.

-Solo somos lo que pensamos.

-A un ladrón que no llegaba a hampón y era mala persona, lo bauticé pasta base: de tan malo, venenoso y dañino que era.

-Me gusta la leyenda de la viuda y el rico. El rico puso un billete de 100 dólares y la viuda una monedita. Pero el rico era lo que le sobraba. Y la viuda puso todo lo que tenía. Me quedo con esa gente.

-Ser barman es convertirse, por momentos, en un psicólogo de la noche.

-Una copa es bastante, dos son suficientes y tres son pocas.

-Perdí la plata en mujeres rápidas y caballos lentos (“Esta es de Marito y del tango”, formidable, dice).

Otero se considera un personaje como Marito. Histriónico, aunque a diferencia de su defendido prefiere el perfil bajo. “Hasta esta nota”, admite. Odia a los chantas de manual. “Yo soy así, un personaje, pero en el fondo soy un tipo sensible”, dice que pagó por sus errores y pagará si los sigue cometiendo, como todo ser humano de bien. Va de un mundo al otro. De un restorán de lujo en Puerto Madero a una ranchada en la cárcel de Devoto de sus defendidos. Es capaz de saborear una de sus especialidades, el Manhattan, como un pajarito, como aquel día en que un detenido le convidó el trago carcelario. Otero lo bebió como si fuera un trago de primera. Antes brindaron. Por lo más preciado: la libertad.


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