Por Javier Dolard

Ex combatiente: "Vi el horror, pero no puedo contarlo"

Cronicas

Javier Dolard, héroe de Malvinas, escribió para Nervio sus sensaciones, aún latentes, tras haber dado la vida por la patria.

La historia empezó en ese tristemente célebre 2 de abril. Cuando se toma Malvinas, yo estaba dado de baja en el Ejército e iba a empezar a entrenar con las divisiones inferiores de Boca. Era delantero.

Ese día estaba con mi vieja mirando las noticias, nada hacía suponer que yo iba a ir a la guerra, ni siquiera lo había soñado.

A los cinco días llega un soldado con un telegrama en el que dice que me tengo que presentar, mi viejo medio que se incomoda y me dice por qué no vas a ver si todavía te vienen a buscar. Era algo ambiguo, por un lado, pensaba para qué voy a ir y por el otro lado me iba a encontrar con mis compañeros con los que había hecho la colimba, suboficiales que se habían portado muy bien porque en la colimba formamos equipo de fútbol.

Entonces un día agaché el lomo, no quise mirar atrás porque sino veía a mi viejo en la puerta, pero pensaba volver enseguida. Llegué al regimiento y enseguida me dieron rol de combate, me dijeron: “Vas a manejar morteros pesados, tenés que aprender, fijate los proyectiles en el momento”.

Sin suponer que íbamos a Malvinas porque en ningún momento se habló ni se comentaba. El 12 de abril a las 8 de la noche nos dicen: vamos para Palomar. Nos fuimos para ahí, ahí había un avión, un Boeing sin asientos, nos tiramos en el suelo con los bolsones porta equipo.

Entonces un día agaché el lomo, no quise mirar atrás porque sino veía a mi viejo en la puerta, pero pensaba volver enseguida.

 

Todos los soldados apoyados en la pared del avión o apoyados entre nosotros, y bueno allá salimos para Ushuaia, llegamos a las 5 de la mañana.  Allá nos enteramos que había otro avión preparado, donde tuvimos que subir todos y al amanecer aparecimos en Malvinas. Nos despertó el frío del lugar, los movimientos de los soldados, los aviones de combate, misiles, proyectiles por todos lados. Llegamos un martes 13, si sos creyente te querés matar.

Pero bueno, ahí llegamos y ahí comenzó todo lo que vivimos hasta el 14 de junio, que fue la fecha que nos rendimos. Viví un montón de vivencias de situaciones dramáticas. Sentís miedo, sentís frío, sentís hambre, a veces te volvés una persona despreciable porque tenes pensamientos muy complicados que en la vida común ni se te pasan por la cabeza.

Nos despertó el frío del lugar, los movimientos de los soldados, los aviones de combate, misiles, proyectiles por todos lados. Llegamos un martes 13, si sos creyente te querés matar.

 

Pero  en una guerra todo vale. Y los pensamientos, las ganas de volver, las ganas de ver a la familia, los días pasaban y era lo que te mantenía a flote, tratar de volver.

La caída de Sergio

Y tuvimos la suerte de… éramos 18, manejábamos dos morteros pesados, le dábamos apoyo de fuego al regimiento 3 de Tablada, lamentablemente tuvimos una baja, que fue el último día. Se llamaba Sergio. Nos replegábamos, les dijimos: “apuren el paso porque están cayendo las bombas muy cerca” y Sergio se quedó en el fondo de la retaguardia y una bomba cayo ahí. Lo mató a él e hirió a un par más. Después la rendición, la vuelta al continente, con ese sentimiento ambiguo de haber perdido, pero de saber que nos volvíamos a casa. Después la vuelta, la alegría de los seres queridos. Y después, la inserción en la sociedad ¿no?

Vi el horror, pero no puedo contarlo.

Menotti, el fútbol y los campeones del 78

Volver a fútbol, que era  la pasión que uno necesitaba, volver, pero se hizo difícil. Tuve un año de contrato pero no era lo que yo quería porque yo necesitaba trabajar, porque me casé joven, y tuve que abandonar. Me queda la alegría, el recuerdo de dos campeonatos con las divisiones inferiores de Boca, el paso por la selección juvenil, era una pre-selección con jugadores de la talla del Tata Martino, Burruchaga, el Chino Tapia, la Chancha Rinaldi, que triunfaron.

Yo estuve ahí, nos faltó  poco pero bueno, tuvimos momentos hermosos, trabajamos con el Flaco Menotti, un tipo bárbaro, con una sapiencia, con una tranquilidad, con una forma de decirte las cosas. Quedan todas éstas experiencias hermosas.

Una de esas experiencias: ahí en ese juvenil, estábamos entrenando  y El Flaco nos dice: “Hoy va a jugar el equipo titular del juvenil y vienen unos muchachos para darles una mano, van a hacer de sparring”. Queríamos ver quiénes eran los muchachos que venían a darles una mano, cuando empezamos a ver, empiezan a entrar los campeones del mundo del Mundial 78. 

El equipo contrario era: con Baley, Olguín, Gallego, Pasarella, Tarantini, Barbas, Ramón Díaz. Y yo jugaba al lado de Ramón Díaz, Tuve la suerte y la dicha de compartir ese partido, ese entrenamiento con estos monstruos que habían salido campeones.  

Ramón fue uno de los jugadores que más me inspiró por la forma de su juego, esa velocidad, y compartir un partido fue un recuerdo hermoso entre días en los que el recuerdo de la guerra seguía presente.


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