Foto: Dibujo Abel
Por Gisela Monti - Foto: Dibujo Abel

Las chicas de Caballito

Cronicas

Estamos hechas de una mezcla de bohemia y burguesía.

Las chicas de Caballito no somos como las de Palermo y mucho menos, como las de Recoleta o Barrio Norte, pero tampoco nos parecemos a las de Lugano y no queremos en absoluto que piensen que somos de Flores o de Almagro.

Tenemos esa mezcla de bohemia y burguesía que te la da solamente haber nacido acá, porque fuimos a colegios de gente rica que se estaba viniendo a pique con el gobierno de Menem, sin embargo, la mayoría mataría porque vuelva el uno a uno y poder comprarse una casita en el Barrio Inglés, que es como vivir en Barrio Parque, pero en Caballito, obvio. 

Los colegios de Caballito no eran bilingües cuando yo crecía, asique la mayoría fuimos a inglés aparte. Toda la vida a inglés, primaria y secundaria a la salida del colegio. Los papás de Caballito en los noventa, nos mandaban a estudiar para rendir el First Certificate, eso supuestamente nos abría las puertas para entrar a hacer carrera hasta la jubilación, en una multinacional  que se mandó a mudar cuando cerró Ski Ranch y Coconor. 

Las chicas de Caballito tenemos papás que saben tocar la guitarra o que fueron cantantes de una banda venida a menos y mamás empleadas que dejaron sus carreras para parirnos a nosotras, por lo que un montón de sueños ajenos nos pesan en la espalda. Somos hijas de gente que no se realizó del todo. No somos Parque Patricios, pero no llegamos a ser Barrio Norte. 

Pudimos estudiar una carrera, pero de las que había en la UBA, porque justo empezamos la facultad entre Patacones y marchas del corralito. Las chicas de Caballito fuimos a las marchas y cantamos “chorros, chorros, chorros, devuelvan los ahorros” desde Avenida la Plata y Rivadavia hasta el Congreso. 

En este barrio, las chicas no estudiamos cualquier cosa. Acá hay muchas contadoras y abogadas, pero pocas actrices, pocas dramaturgas, pocas escritoras. Esas eran carreras para otra clase de chicas, las chicas de Caballito teníamos que salir adelante, forjarnos un futuro solas, nada de andar boludeando con cosas de hippies ricos que nuestros viejos no podían bancar. Las chicas de Caballito odiamos salir por Caballito. En este barrio hay un solo bar, The Oldest y hacen unos daikiris gigantes que parecen helados, te lo sirven con pochoclos salados y nosotras hace mínimo quince años que vamos a tomar daikiris con uno y con otro al mismo bar.  Hace un tiempo abrieron "Magno”. Ya el nombre que le eligieron es bien mersa y no se llamaría así si quedara en Palermo. La comida es asquerosa, siempre está fría y para rematar, tiene una mesa elevada en la vereda que simula ser una especie de trono con sillones tapizados de pana color violeta. Nadie se queja de los bares en Caballito porque este es un barrio para contadores en relación de dependencia, casados a los veinticuatro, que no les importa si el Gin Tónic lo hacen o no con Beefeater. 

Las chicas de Caballito no salimos con chicos de Caballito. A los chicos de Caballito les gusta el fútbol y lavar el auto en la vereda. Nosotras somos bohemias pero no boludas, el macho caballitense pretende otra cosa, una chica tranquila, que use ropa de modal de colores, que no tenga tantas pretensiones, una piba más de Flores, por ejemplo.

Las chicas de Caballito tenemos papás que saben tocar la guitarra o que fueron cantantes de una banda venida a menos y mamás empleadas que dejaron sus carreras para parirnos a nosotras, por lo que un montón de sueños ajenos nos pesan en la espalda.

La chica de Caballito puede ir a Pony Line o a tomar una cerveza Quilmes y jugar al pool con la misma comodidad. La esquizofrenia económica de los padres la llevó a acostumbrarse absolutamente a todo. 

La chica de Caballito siempre tiene ganas de estudiar teatro o aprender a tocar la guitarra, conserva esa parte que los viejos trataron de ocultarle, pero heredó de todos modos.

La chica de Caballito nunca te va a dejar en banda ante la adversidad, porque está hecha de adversidades. La chica de Caballito es divertida, vulgar, señorita y putona.

En Caballito todas tragamos, nadie escupe.

Foto: Dibujo Abel

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